
Cualquiera que haya visitado alguna vez un zoológico o un acuario público, se habrá dado cuenta de que, al margen de las labores de investigación que se lleven a cabo en esos recintos, la cruda realidad es que los animales que viven en ellos no se encuentran en el lugar apropiado para desarrollarse con normalidad. Muchos argumentan que el trabajo de estos centros es esencial para la supervivencia de algunas especies en peligro y que fomenta los avances veterinarios para ayudar a otros; sin embargo (y por suerte), cada vez se extiende más otro tipo de concepto respecto a cómo llevar a cabo el estudio y el cuidado de determinadas especies: las grandes reservas destinadas a animales cuya supervivencia se vería comprometida en el medio salvaje sin vigilancia, pero que permiten un desarrollo normal de las actividades sociales y fisiológicas de los individuos.
De entre todas las especies animales que tienen la mala suerte de convertirse en una atracción turística, hoy queremos hablaros de una que es especialmente angustiosa de ver en cautividad: las orcas. Estos majestusoso animales no solo son capturados para vivir en un espacio diminuto sino que son entrenados para hacer números circenses y entretener a un público que, o bien es ajeno a las consecuencias de ese trato, o lo que es peor, le da igual.

Y os hablamos de ellas porque queremos presentaros a una orca que ha puesto claramente en entredicho uno de los grandes argumentos que esgrimen los acuarios públicos para justificar la captura de orcas y su entrenamiento: que las orcas en cautividad viven más años que las que nadan libremente en los océanos porque están sujetas a vigilancia veterinaria. Nuestra heroína se llama Granny y es un ejemplar que ha fascinado a biólogos marinos de todo el mundo. ¿Por qué? Porque se estima que cuando murió a finales de 2016 tenía 105 años, una edad que no se había registrado antes.
Mientras que acuarios como SeaWorld mienten deliberadamente al afirmar que las orcas en libertad tienen una esperanza de vida de entre 25 y 35 años, Granny nadaba encantada de la vida junto a su familia de hasta 25 orcas, demostrando que, aunque puede que ella sea un caso especial, la vida de estos animales en libertad es mucho más longeva de lo cuentan quienes hacen negocio con ellas.
La estimación de la edad de las orcas que no han sido marcadas en las últimas décadas, se suele hacer mediante la observación de los miembros que las acompañan. Estos animales viven en grupos familiares, por lo que para calcular la edad de una orca solo hay que hacer tener en cuenta el número de generaciones que nadan con ella. Las cuatro generaciones que vivían junto a Granny dan fe de su avanzada edad.

En este caso, se sabe que es la misma orca por la mancha que tiene en su espalda. Esta marca gris que tienen todas las orcas y que es como nuestras huellas dactilares: no hay dos iguales. Así, los científicos han podido identificar a Granny en diversas ocasiones a lo largo de todo el siglo XX y en lo que va de este. Existen fotografías de Granny que datan de 1930, pero lo más curioso es que en 1967 ella y su familia fueron capturadas para ser llevadas a un acuario público; sin embargo, Granny fue liberada porque ya entonces se le consideraba muy mayor. En aquel año, se estimó que esta orca debía haber nacido en torno a 1911.

Queda así desmentido el despreciable argumento que se da desde los acuarios para justificar la captura y el entrenamiento de estos asombrosos animales y, ahora, solo queda difundir este tipo de informaciones para que la gente que no conoce las consecuencias del cautiverio pueda tomar una decisión coherente antes de acudir a este tipo de espectáculos. ¡No te pierdas el vídeo!
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