Dinosaurios: Polares

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Durante el Cretácico, existieron unos ecosistemas que no habían existido nunca en la Tierra y que no han vuelto a aparecer después. Bosques frondosos y húmedos cubrieron las regiones polares. Cuando se desarrollaron las plantas terrestres, los continentes estaban agrupados cerca del ecuador. La fragmentación de este gran continente empujó algunas masas de tierra hasta los polos, en una época en que la temperatura media de la Tierra era mayor que la actual. No existían hielos permanentes en los polos.

Estos bosques dominados por coníferas primitivas y helechos arborescentes presentaban características parecidas a los de otras zonas húmedas y templadas de la actualidad, como por ejemplo el suroeste de Canadá, pero presentaban un rasgo absolutamente inusual: durante al menos 2 meses reinaba una casi total oscuridad. No se sabe qué adaptaciones presentan las plantas para resistir este periodo: seguramente suspendían su metabolismo del mismo modo que en épocas de frío o sequía, muchos árboles perdían sus hojas y algunas plantas persistían sólo en órganos subterráneos.

En contrapartida, el verano era una explosión de vida: el sol estaba presente en el cielo prácticamente las 24 horas del día, aunque nunca alcanza mucha altura. Los árboles debían presentar una estructura peculiar para aprovechar adecuadamente la luz incesante de este sol bajo y moderado. Se producirían frecuentes precipitaciones y la producción vegetal sería muy elevada.

Los científicos no se habían atrevido a imaginar que hubieran existido animales que estuvieran despiertos y activos en esos fantasmales y tétricos bosques invernales. Habían encontrado fósiles de anfibios enormes, pero estos animales de sangre fría hibernaran todo el invierno. Algunos mamíferos protegidos por su pelaje vivirían en estos bosques, pero la mayoría se alimentaban de insectos, carroña o semillas, y al escasear estos alimentos seguramente entrarían en un estado de letargo, como muchos roedores. Las aves y los pterosaurios migrarán ante la escasez de alimentos. Algunos grandes dinosaurios herbívoros se irían en manadas en otoño hacia latitudes mucho más bajas, y otros dinosaurios carnívoros (pertenecientes a grupos que se habían extinguido en otras latitudes por su escasa competitividad con depredadores más perfeccionados, pero que persistían allí por su mayor resistencia al frío) los seguirán.

Pero sorprendentemente, parece que hubo algunos vertebrados capaces de pulular y alimentarse entre las sombras permanentes, y ¡eran dinosaurios!. En el sur de Australia, que hace unos 110 millones de años estuvo dentro del círculo polar antártico, se encontraron los restos de Leaellynasaura, un ágil y vivaz herbívoro de un grupo que estaba adaptado a vivir en sitios más fríos que otros dinosaurios. Su cráneo presenta unas enormes órbitas oculares y el molde intracraneal revela unos lóbulos ópticos muy desarrollados. Esto sugiere una eficaz visión nocturna. No parece que la frondosidad de estos bosques generará una oscuridad muy grande y la explicación más probable del desarrollo de la visión es que estos animales estaban activos durante el invierno o al menos durante una parte de éste.

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En Alaska se han encontrado también restos de un dinosaurio carnívoro, Troodon, que aparece en otras latitudes, pero que estaría particularmente bien adaptado para vivir en los bosques tenebrosos ya que presenta unos ojos enormes. Su tamaño es mayor en las latitudes altas, lo que parece una adaptación para conservar mejor el calor (en cambio los dinosaurios de Australia presentan un tamaño reducido, lo que podría corresponder a una estrategia de aumentar las posibilidades de supervivencia de las poblaciones ante la escasez de alimentos).

Una prueba indirecta de la presencia permanente de dinosaurios herbívoros del grupo de los hadrosaurios en los bosques de Alaska procede de la comparación de los huesos de sus jóvenes con los huesos de ejemplares juveniles de especies actuales migratorias de la zona, como los caribúes. Los caribúes jóvenes sólo están preparados para seguir a los adultos en sus migraciones cuando superan un tamaño crítico, que no alcanzan en proporción los ejemplares de menos de un año de dinosaurio. Una prueba mucho más convincente sería encontrar huevos o nidos de estos dinosaurios en las regiones norteñas, pero este hallazgo aún no se ha producido.

Las pruebas de que todos estos dinosaurios realmente habitan estos bosques en invierno como vemos no son concluyentes, pero los paleontólogos están especulando ya acerca de las adaptaciones que les permitirían conseguirlo. Es difícil imaginar a un gran dinosaurio cavando un hoyo para hibernar, pero estos animales podrían reducir su tasa metabólica para entrar en un estado de letargo al menos en las épocas más frías. Su gran tamaño les permitiría conservar un calor residual suficiente para que su temperatura corporal no cayera por debajo de un nivel crítico.

Los dinosaurios más pequeños, como Leaellynasaura, o los medianos Troodon, podrían mantener un metabolismo elevado incluso en el invierno, si fueran capaces de adquirir alimento con facilidad. Su agilidad e inteligencia (Troodon es uno de los dinosaurios con mayor cerebro) sugieren su sangre caliente y su capacidad para alimentarse incluso en condiciones muy adversas. Podrían almacenar alimentos durante el verano o diversificar mucho su dieta para aprovechar los escasos recursos del invierno. Podrían estar cubiertos de pelaje (sobre todo los ejemplares juveniles), contar con una gruesa capa de grasa corporal, buscar refugios, forrarlos con materiales aislantes, apretujarse en densas concentraciones para conservar el calor, y entrar en un estado de torpor o sueño letárgico los días más fríos, del que saldrían de vez en cuando para alimentarse, como hacen algunos mamíferos actuales. Seguramente los cuidados a los jóvenes serían muy intensos para que pudieran sobrevivir en un ambiente tan hostil.

Cada vez se descubren más conductas “avanzadas” en los dinosaurios, que al principio fueron considerados extraordinariamente torpes y primitivos (lo que claramente entra en contradicción con su dilatado reinado sobre la Tierra). Hoy se sabe que cazaban en manadas altamente organizadas, que algunas especies cuidan delicadamente a sus crías y que se comunicaban entre sí probablemente con complejos sistemas de señales. Quizá no sea del todo extraño que fueran los únicos espectadores curiosos de las auroras boreales y australes.

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  1. Luis dice:

    Un excelente texto, la verdad es que poco había escuchado sobre los dinosaurios polares.

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