Dinosaurios: La extinción

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La extinción de los dinosaurios es uno de los acontecimientos más intrigantes de la historia de la vida. Hasta hace poco no se disponía de ninguna pista fiable sobre sus causas, lo que tenía la ventaja de permitir que la imaginación pudiera especular libremente.

Así, se han producido incontables teorías más o menos extravagantes, muchas de las cuales tienen el encanto de las viejas películas de ciencia-ficción de serie B: suicidio colectivo por superpoblación, envenenamiento por plantas alucinógenas, conspiración extraterrestre para permitir el desarrollo de los más inteligentes
mamíferos, explosiones de supernovas, brusco aumento de la fuerza de la gravedad o surgimiento de la Luna a partir de la cuenca del Pacífico en el límite Cretácico-Terciario hace 65 millones de años.

Ahora parece que estamos más cerca de conocer lo que pasó, pero el campo sigue abierto para multitud de especulaciones, para que no nos aburramos. A pesar del atractivo de las explicaciones por una causa única, la solución probablemente será compleja, ya que hay que explicar muchas cosas al mismo tiempo. Las teorías que postulan un problema en los propios dinosaurios están muy probablemente equivocadas, ya que al mismo tiempo se extinguieron los grandes reptiles marinos, los pterosaurios, los ammonites y belemnites y los bivalvos formadores de arrecifes (rudistas). Sería demasiada casualidad que todos estos grupos se hubieran extinguido de forma independiente al mismo tiempo.

Sean cuales sean las causas que se propongan, el gran problema es explicar las pautas de extinción, es decir, por qué se extinguieron precisamente estos grupos y no otros. Es difícil encontrar características que comparten grupos tan dispares de organismos, e incluso entre los propios dinosaurios la variedad de morfologías, tamaños, hábitats y conductas era enorme. Parece más o menos claro que los más afectados fueron los animales terrestres más grandes (al parecer no sobrevivió ningún animal de más de 25 kgs.) y los animales marinos que vivían a poca profundidad.

Una cuestión que está abierta es el grado de brusquedad de las extinciones. Para algunos autores, en muchos de estos grupos se aprecia un lento declive que empezó quizá diez millones de años antes, pero otros autores no están de acuerdo con esta visión. Para ellos, la extinción pudo ocurrir incluso en sólo centenares o miles de años (un parpadeo en términos geológicos). Recientemente, un trabajo realizado por geólogos españoles en unos estratos de Alicante sugiere que las poblaciones de organismos planctónicos descendieron muy bruscamente justo en el límite Cretácico-Terciario.

Si este escenario de extinción brusca es el real, sería un apoyo muy importante a la hipótesis del impacto de un asteroide, que se baraja hoy como una de las más creíbles. El descubrimiento en muchos lugares del planeta de una capa justo de esa edad que contiene mucho iridio puso sobre la pista a los investigadores. El iridio es un mineral que escasea en la corteza terrestre, pero que es común en los meteoritos. También podría provenir del interior de la Tierra a través de las erupciones volcánicas, pero en este caso no parece que se puedan alcanzar las concentraciones tan altas observadas. Además, se han hallado rocas de esa época por todo el planeta con signos de haber sido sometidas a altas temperaturas y presiones, como las generadas por el impacto de un cuerpo extraterrestre.

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La teoría estaba un poco coja, ya que no se había encontrado ningún cráter importante de esa época. Lo curioso es que hacía años que se tenían pruebas de él, pero nadie relaciona los datos. Hoy se sabe que hay un cráter de unos 280 km. de diámetro oculto bajo la corteza terrestre en Chicxulub, en México, provocado por un meteorito de unos 10 kilómetros que chocó con la Tierra a 25 km/seg.

Otros autores creen sin embargo que el factor principal que desencadenó la extinción de los dinosaurios fue una intensa actividad volcánica, que duró al menos 500.000 años, centrada en la zona del Deccan, en la India, que derramó inmensas cantidades de lava y oscureció el planeta con nubes de hollín. También se postulan
cambios climáticos, como los producidos por un descenso del nivel del mar.

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Hoy la mayoría de los científicos adoptan una postura de consenso, proponiendo que todos estos factores actuaron en la misma época. Las erupciones volcánicas y el cambio climático alterarían gravemente los
ecosistemas y debilitaría a muchas poblaciones, y el choque con el meteorito pudo actuar como desencadenante final de la mayoría de las extinciones.

Aún persisten grandes enigmas acerca de cómo estos fenómenos afectaron a los ecosistemas y causaron la extinción precisamente de estos grupos de organismos, pero el panorama que dibujan es verdaderamente apocalíptico. La emisión continuada de hollín por los volcanes produjo nubes que cubrieron el planeta y absorbieron las radiaciones solares, bajando la temperatura media varios grados y matando a muchas plantas por paralización de la fotosíntesis. Algunas sustancias emitidas por los volcanes pudieron causar también posteriores
efectos invernadero, con episodios de calentamiento. Otras sustancias pudieron causar lluvias ácidas y debilitar la capa de ozono, con lo que las radiaciones ultravioleta del sol pudieron afectar a muchos organismos, en especial los diurnos y los que no tuvieran cubiertas protectoras, de piel o plumas, en sus pieles (aunque hoy se sabe que algunos dinosaurios estaban emplumados).

La onda de choque del impacto del meteorito produjo terremotos, tsunamis y huracanes por todo el planeta. Los restos incandescentes que cayeron en grandes extensiones pudieron provocar incendios que afectaron al 70% de los continentes y redujeron enormemente los niveles de oxígeno. Posteriormente, las partículas de polvo del impacto y el hollín de los incendios pudieron provocar un “invierno nuclear”, al interceptar el paso de las radiaciones solares. Las temperaturas medias de la Tierra pudieron caer desde 19 º C a -10 º C, y esta situación pudo prolongarse durante meses y años.

No se sabe por qué estos cambios fueron tan letales para los dinosaurios y no para otros grupos, como los mamíferos o las aves, y lo que es más sorprendente, para animales como los otros reptiles y los
anfibios, en teoría tan vulnerables como ellos. Quizá estaban demasiado especializados, quizá no eran tan oportunistas y adaptables, quizá la mayoría eran demasiado grandes, quizá regulaban mal su temperatura, quizá sus ritmos de reproducción eran demasiado bajos… O quizá tuvieron demasiada mala suerte.

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