Depresión y otras enfermedades mentales: así es trabajar en un matadero

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Cuando pensamos en un trabajo, el último, o al menos de los últimos, que se nos viene a la cabeza es el de un matadero. Ni le damos vueltas ni nos preocupamos. Ojos que no ven corazón que no siente; porque si por un segundo todos viéramos lo que Mauricio Garcia Pereira vivió, las cosas cambiarían mucho.

Este hombre de 48 años trabajó en Limoges (Francia) después de haberse criado en una granja de A Coruña (Galicia). Llegó un día en el que lo que vivía diariamente en su trabajo le superó y decidió hacerlo público. Con un vídeo mostró al mundo lo horrible que puede ser trabajar matando animales.

Según testimonios como el de Mauricio, los empleados de los mataderos no solo están expuestos a los riesgos laborales propios de su trabajo sino a una carga emocional tan alta que ni imaginamos. Matar animales día tras día acaba afectando a la salud mental.

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Du Centre France

"Cuando tu trabajo consiste en abrir en dos a un cerdo o tirar fetos de vaca a la basura, lo último que necesitas es pensar en lo que estás haciendo", dicen los afectados. Todo ello lleva a querer evadirse de la realidad, pudiendo provocar conductas violentas, abuso de drogas y trastornos psicológicos como el estrés postraumático, que suele ser muy frecuente entre los militares.

Cuenta Mauricio que su trabajo acabó causándole un trastorno de estrés postraumático y problemas de alcoholismo de los que el médico de la empresa no se hacía cargo.

Trastornos como este generan ansiedad, depresión, pánico, disociación, arrebatos de furia y paranoia. Todo con el riesgo de agravarse al no parar la situación que lo provoca, como puede ser trabajar en un matadero día tras día.

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Du Centre France

Después de que Mauricio sacara a la luz todo lo que había estado viviendo, tuvo que hacer frente a su nueva situación. Tocaba lidiar con la depresión y el trauma que le ha provocado el horror del matadero de Limoges, que no es muy distinto a cualquier otro.

Aunque muchos compañeros están de acuerdo en lo que ha hecho este gallego, la mayoría se mantiene en el anonimato. "Allí pierdes la noción de la realidad, por ejemplo cada vez que caía al suelo la cabeza de una oveja jugábamos con ellas como si fueran balones de fútbol".

Ahora Mauricio tiene mil historias y recuerdos en la cabeza y una cosa bien clara: no hay forma ética de matar a un animal. "Matar un animal es matar un animal. Pero la mayor parte del mundo come carne. Por eso respeto mucho a los veganos. Aún no he dejado de comer carne, aunque como mucha menos que antes, pero voy a intentarlo, consumir cada vez menos y educar a mis hijos en ello", sentencia.

Fuente: Vice

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